Es habitual escuchar al final de una discusión que debería haber existido mejor comunicación desde el principio. Siempre se hace hincapié en la importancia de la buena comunicación. De hecho, su ausencia puede llevar a resultados desastrosos, tanto en los negocios como en la vida privada. Cuando la intención no es engañar sino ser constructivo, es fundamental entender los conceptos principales de la comunicación. Es algo clave para ser un buen traductor. Esto se debe a que las características de la buena comunicación coinciden con las de una buena traducción: claridad, transparencia y eficacia en la entrega del mensaje. En resumidas cuentas, la traducción efectiva ha de ser sinónimo de comunicación efectiva.
Cuando entendemos los elementos de la comunicación (emisor, mensaje, canal y receptor), pasamos a ser mejores comunicadores. Un proceso comunicativo es exitoso cuando el emisor manda la idea e intención adecuadas del mensaje. Asimismo, el medio se debe adecuar al propósito del mensaje y el receptor debe captar correctamente la intención del emisor.
No debemos olvidar el peligro de simplificar demasiado cuando estamos tratando conceptos importantes. Pero esto no debe disuadirnos de hacernos entender, y de entender a los demás.
El proceso comunicativo y la traducción efectiva
Uno de los aspectos más sorprendentes del proceso comunicativo es la dinamicidad de todos sus elementos. Tanto el emisor como el receptor están activos. Es obvio que el que comienza el proceso construye y envía el mensaje a través de un canal. Sin embargo, esto no quiere decir que el receptor esté menos activo. Cuando recibimos un mensaje, emprendemos un proceso de descodificación. Este proceso implica que el lector debe ser un buen oyente. Esto quiere decir que debe ser capaz de percibir el contenido del mensaje (cómo cambia algo, qué conocimiento aporta). Además, también tiene que ser capaz de entender la intención del receptor. Eso es exactamente lo que estás haciendo tú mientras lees este texto. En la comunicación no existe la recepción pasiva.
En caso de que sea necesaria una traducción, el objetivo es mediar para hacer posible la comunicación. Si no fuera así, el lector no habría entendido nuestra traducción. En este caso, no habríamos entregado una traducción efectiva ya que no facilita el proceso comunicativo. Para evitar caer en este error, el traductor debe ser consciente del papel activo de todos los participantes del proceso comunicativo. Un traductor no puede transmitir el mensaje erróneo. Debe respetar las ideas e intenciones del autor al máximo y permitir al lector descodificarlas. En otras palabras, producir una traducción efectiva no es suficiente. Debe ser efectiva a la vez que precisa y exacta con respecto al texto origen. Si nuestra traducción favorece la comunicación, pero no transmite las ideas del autor, nuestra traducción no habrá sido la correcta.
Un ejemplo similar a esta mediación en el proceso comunicativo es la labor de un árbitro en un partido de fútbol: el rendimiento es mejor cuanto menos se perciba.