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Formato de la traducción de contratos

Formato de la traducción de contratos

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Como consecuencia de la globalización, la traducción de contratos se está convirtiendo en una herramienta cada vez más imprescindible. La demanda está aumentando cada vez más por parte de varios tipos de clientes:
– empresas que recurren a un traductor especializado en la redacción de estos documentos;
– compañías multinacionales que necesitan contratar a personas en otro país;
– empleados que van a ser contratados por una empresa extranjera;
– administraciones públicas al cerrar un acuerdo entre profesionales, empresas u organismos de diferentes países (en este caso, se necesitaría una traducción jurada);
– despachos notariales: a veces cuentan con traductores en sus equipos, pero otras veces necesitan solicitar los servicios de un profesional externo;
– dos particulares que deben firmar un contrato, por ejemplo, el contrato de compraventa de un bien.
Lógicamente, la traducción de contratos entra dentro el ámbito de la traducción jurídica, incluso puede entrar dentro de la jurada si es un documento que necesita el sello de certificación y la firma de un traductor jurado. Sin embargo, es más probable que encontremos la traducción de contratos incluida dentro de la jurídica.
En pocas palabras, la diferencia entre un traductor jurídico y un traductor jurado consiste en que el jurado debe ser reconocido por una instancia oficial; en España, es el Ministerio de Asuntos Exteriores quien otorga oficialidad al traductor. Además, el traductor debe aprobar un examen oficial para que se le conceda el título y para que los documentos que firme tengan plena validez jurídica internacional.

 

Puntos clave en la traducción de contratos
En la actualidad, se oye hablar constantemente de negocios internacionales, desarrollo empresarial e ideas para el aumento de los ingresos. Claramente, estos conceptos tienen su fundamento en un acuerdo entre dos o más partes, que para que se internacionalice necesita una traducción.
Una buena traducción de contratos se resume en estas características:
– confianza en el traductor: es fundamental que la empresa o el particular que solicite el servicio ponga la traducción en manos de un profesional experto en quien se pueda confiar y que asuma sus responsabilidades.
– Precisión terminológica: un término o incluso un signo de puntuación pueden cambiar totalmente el sentido de una oración, por lo que es esencial ser precisos y revisar la traducción más de una vez.
– Legalidad: aunque no necesite valor legal (y, por tanto, una traducción jurada), un contrato presenta leyes u otras formas y manifestaciones del Derecho. Estos conceptos y sus aplicaciones difieren en cada país, por lo que es necesario que el traductor los reconozca y busque la solución para transmitirlos a la lengua meta.
Al igual que otros documentos jurídicos, la traducción de contratos puede llegar a ser muy complicada. Para que la traducción sea efectiva, debe transmitir un mensaje claro y preciso, como ya se ha mencionado, para evitar posibles problemas legales.
Por ello, es vital que el traductor conozca a la perfección las aplicaciones del Derecho en ambos sistemas legales para poder establecer equivalencias válidas. Además, no se deben tener en cuenta solo las características sintácticas, léxicas, semánticas y estilísticas, sino también el contexto, pues una expresión puede tener un significado diferente en las distintas ramas del Derecho.

 

Formato de la traducción de contratos
El formato de los contratos es otro aspecto muy importante para que el documento tenga una estructura clara y fiel a los documentos originales en el idioma meta. A veces, sin embargo, se opta por un documento bilingüe colocado en dos columnas; en una de ellas se colocaría el texto original y en la otra la traducción.
Este método de traducción de contratos es apreciado por los clientes porque ofrece una visión rápida de cada elemento del contrato y porque da la posibilidad a las dos partes de entender lo que pone en el documento.
Además, si el texto original está en inglés, es probable que el traductor se encuentre con palabras en negrita y en mayúscula al principio de fórmulas frecuentes en los contratos. ¿Qué debe hacer en este caso? La opinión de los lingüistas se resume en que el traductor debe adaptar esa forma de escribir a la lengua meta.
Entonces, si la negrita y la mayúscula no tienen otra función aparte de la estética, el traductor no debe mantenerlas en el texto meta, pues debe ceñirse a las convenciones de formato de la lengua española.
Luego, si se trata de la traducción jurada de un contrato, cabe la posibilidad de emplear el formato notarial para otorgar validez legal al documento. Este formato consiste en emplear signos de puntuación para realizar una descripción del documento original junto a la traducción.

 

Errores en la traducción de contratos
Hay algunos errores que suelen aparecer en la traducción de contratos si no ha sido realizada por un traductor profesional especializado. Los más comunes son:
– la presencia de términos jurídicos que no se corresponden con los del texto origen;
– la traducción literal o el calco, ya que pueden estar ligados a errores graves como falsos sentidos o contrasentidos;
– el abuso de términos genéricos para no correr riesgos; en caso de duda, a veces se tiende a preferir términos menos específicos. El empleo de términos demasiado genéricos puede dar el resultado opuesto, es decir, puede crear una traducción imprecisa;
– limitarse a traducir el nombre de las manifestaciones del Derecho sin buscar el equivalente en la lengua y cultura meta.
La traducción de contratos exige competencias tanto lingüísticas como jurídicas y no tolera ningún error, ya que puede dar lugar a un contrato nulo. Por ello, es esencial realizar más revisiones cuidadosas de lo que se ha redactado.
Además, es aconsejable que se utilicen recursos especializados en traducción jurídica, como diccionarios o glosarios. Existe una gran cantidad de diccionarios jurídicos en línea, tanto monolingües como bilingües, y se pueden encontrar fácilmente.
Esto ayuda al traductor a aclarar las posibles dudas terminológicas que pueda tener, evitar errores de terminología específica (sobre todo porque la jurídica evoluciona constantemente) y a ganar tiempo sin afectar a la calidad de su trabajo.

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